Hay marcas que se conforman con tener un pequeño grupo de clientes seguros y valiosos con los que poder mantenerse, y hay otras que siempre aspiran a algo más, a encontrar un nicho de mercado tal vez no muy grande, pero si lo suficientemente lujoso como para convertirse en una de las marcas más populares del mercado. Y es que el hecho de que no podamos permitirnos comprar tal o cual producto, por lo caro que es, no significa que no admiremos a esa marca y de hecho, solo pensemos en ganar más dinero para aspirar a entrar en ese selecto club de clientes pudientes que tienen.
Una de las marcas más populares en el sector del lujo es sin duda la francesa Louis Vuitton, dedicada a la marroquinería de gran calidad, con productos de lujo que lleva vendiendo desde hace más de siglo y medio, convertida en una verdadera referencia para aquellos que siempre quieren ir a la última en sus viajes, luciendo maletas de esta marca, o los prestigiosos bolsos que suelen ser el complemento ideal para muchas celebrities. El ascenso de Louis Vuitton a la cima del lujo absoluto no fue sencillo, y es que sus orígenes eran muy humildes, pero gracias a la calidad de sus productos y a su exclusividad, hoy en día es una marca muy reconocida.
Inicios de Vuitton como maestro artesano de baúles
De la forma más humilde posible, en un pequeño taller del centro de París, así es como surgió la firme Louis Vuitton en el año 1845. No sería hasta una década más tarde cuando presentaría su primer gran producto estrella, un baúl de viaje resistente pero fácilmente apilable y creado con un material no demasiado pesado. El Trianón se convirtió en todo un éxito y la fama de la firma creció en todo París después de la participación en la Exposición Universal del 1867. Como la mayoría de competidores estaban intentando imitar su estilo, Louis Vuitton cambiaba constantemente de diseño, e incluso llegó a registrar el Dernier Canvas, ya con las iniciales LV como marca de la casa.
En los últimos años del siglo XIX, la marca siguió su expansión, convirtiéndose en una de las más populares en toda Francia y llegando incluso a abrir una tienda en la bulliciosa Oxford Street de Londres. La muerte del fundador y jerarca Louis Vuitton en 1892 pudo haberse convertido en el final de la empresa, pero por fortuna su hijo George consiguió seguir con los planes de expansión previstos y llevar la marca a un nuevo nivel en el que siempre se buscaba la exclusividad y el lujo por encima de todo lo demás.
George Vuitton: encargado de la ampliación del negocio
Con una imagen de marca ya bien implantada y muy popular, derrochando elegancia y glamour con sus diseños, Georges Vuitton cogió el relevo de su padre y llevó a la firma mucho más lejos, continuando con la expansión que su progenitor había empezado poco antes de morir. Buscó llevar sus productos a nuevos países, con una gran campaña de expansión en Estados Unidos, y se dedicó a registrar patentes de marcas registradas y diseños, muchos de ellos tomando la influencia oriental a finales de la época victoriana, con un estilo muy especial y diferente. Además de grandes equipajes, la firma también creaba maletas y maletines más pequeños.
Durante las primeras décadas del siglo XX, Louis Vuitton siguió su expansión como una de las firmas más populares entre la gente de alto standing, llegando a abrir también una tienda espectacular en plenos Campos Eliseos de París, así como en otras ciudades internacionales, desde Bombay a Buenos Aires, pasando por Nueva York, Alejandría o Washington. El éxito de los productos de Louis Vuitton era tremendo allá donde fueran, y eso ayudó a que la empresa llegará mucho más lejos en su fama y en su poderío económico, incluso en la época de la Gran Depresión.
La marca durante la Segunda Guerra Mundial
Una de las fases más polémicas de la marca llegó con el alzamiento de los nazis en Europa y la consecuente Segunda Guerra Mundial. Durante la ocupación alemana en París, la firma colaboró activamente con el gobierno impuesto por los nazis, así como con los propios alemanes, obteniendo un gran beneficio por ello. La historia salió a la luz décadas después, a través de un libro en el que se cuenta la supuesta verdad sobre la relación de Louis Vuitton con el nazismo, llegando a acusar a la marca de colaboracionismo en aquella época.
Era obvio que una firma que trabajaba para las altas instancias cayese en la tentación de colaborar con la gente que ostentaba el poder, incluso cuando fuera extranjeros que lo habían usurpado. Seguramente el temor a perder el negocio hizo mella en los directivos de la marca, que desde entonces han mantenido las distancias con este tema, aunque ya parece imposible negar la relación directa que hubo en aquel periodo, algo que sigue a día de hoy levantando ampollas en Francia.
LVMH: conglomerado de productos de lujo
La empresa, asentada ya como una gran multinacional, se convirtió en un espectacular conglomerado de productos de lujo en 1987, con las miras puestas en reconvertir su negocio y acaparar prácticamente todo el mercado del lujo, como así ha sucedido. Louis Vuitton Moët Hennessy está formado actualmente por más de 70 marcas de gran renombre en todo el mundo, todas ellas dedicadas al sector del lujo. De hecho, es una de las firmas con más ganancias anuales, y su director, Barnard Anault, es según Bloomberg el segundo hombre más rico del mundo.
La fusión lleva el nombre de la marca de lujo Louis Vuitton, junto a las de champán y coñac, Moët y Hennessy, todos ellos productos destinados al mercado del lujo, con precios bastante altos que muchos pagan sin pensarlo porque suponen lo mejor que se puede comprar hoy en día, al menos en cuanto a marcas de lujo. Esa visión de lo exclusivo es lo que ha permitido que LVMH llegue a convertirse en el gran conglomerado de lujo que es hoy en día, con las vistas puestas a seguir expandiéndose en un sector que no parece tener vacas flacas.