La prensa y los medios de comunicación tienen un poder incuestionable hoy en día en nuestra sociedad. Estamos viviendo una era de cambio, es cierto, pero son todavía muchos los que quedan enganchados a las noticias en la televisión, en Internet, en los periódicos o en la radio, todos ellos medios controlados por grandes empresas y conglomerados de negocios que piensan primero en sus beneficios, y luego en ofrecer noticias reales o veraces. El periodismo no pasa p or su mejor momento, desde luego, y la convulsa situación social que se vive en todo el mundo, con los extremos cada vez más sobresalientes, ha provocado que la prensa se encuentre en un importante punto de inflexión. ¿Se debe apostar más que nunca por la claridad, la objetividad y la realidad de las noticias? ¿Se debe buscar el beneplácito de los lectores, que son al final los que mandan en este negocio, y sacar noticias que estén en consonancia con su pensamiento, aunque no sean tan importantes o estén algo manipuladas?
Esta disyuntiva no es nueva, ni mucho menos, porque al fin y al cabo la prensa siempre ha estado en medio de esa misma tensión, la de contar lo que ocurre con veracidad o hacerlo de forma que atraiga muchos más lectores, que son los que pagan por esa información, o los que interesan a los anunciantes. Con todos los cambios que se han dado en los últimos tiempos, el papel del periodismo como contador de historias, como punto de encuentro para aquellos que quieren mostrar la realidad del mundo, se ha puesto en entredicho por los continuos escándalos de manipulación y de mentiras que se han ido destapando en los últimos tiempos. La prensa escrita está sufriendo especialmente durante esta época, enfrentándose a Internet y a los nuevos medios, que casi parecen haberla sentenciado de muerte. ¿Sigue teniendo futuro el periódico físico?